Retrato de una mujer en llamas. Céline Sciamma.
Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)
LA MUJER ATORMENTADA, SOLA, FRENTE A LA INMENSIDAD DE UN MAR TURBULENTO DE INCOMPRENSIÓN.
Ayer, en una de las salas de los cines Lys del centro de Valencia, los únicos en los que se han eliminado las barreras arquitectónicas que impiden el libre acceso de las personas con movilidad reducida, una condición que potencia el acceso de mujeres y hombres de edad avanzada que concurren a las sesiones centrales de la tarde, que seguramente están en situación de comprender a una cineasta como Céline Sciamma, asistí a la proyección de 'Retrato de una mujer en llamas', una película bien diferente a la de la directora de Paradise Hills, Alice Waddington, que se inscribe, de forma consciente o inconsciente, en el feminismo de la cuarta hola. Un público adulto que se ha de enfrentar a una película bellísima, muy influenciada por el romanticismo desesperado de Gaspar David Friedrich, no sólo en los sets interiores, sino en la imagen de dos mujeres que, con frecuencia, son tomadas de espaldas, mirando un mar embravecido, no de nubes, sino de agua, que las atrae, las intimida y amenaza con engullirlas; en un momento determinado, Marianne, la pintora, teme que Héloise pueda ser atraída letalmente por la fuerza del mar inconmensurable.
La película no es fácil, y Céline, la autora de Tomboy (2011) y Girlhood, cuya protagonista, también llamada Marianne, aborda la importancia del género en la construcción de uno mismo y el trastorno que conlleva el hecho de sentirse diferente, realiza un film que milita en el Cinéma du Corps, en cuyas filas se encuadran, entre otros muchos, directores como Gaspar Noé o François Ozon, muy apreciados en Francia, cuya característica más sobresaliente es esa mirada fija, voyeurística, de una cámara ensimismada en la contemplación de los cuerpos desde distintas perspectivas, cuya observación, según Israel Paredes Badía, produce placer en el espectador, ante un icono femenino, con valor bien narrativo, bien discursivo, y con la conciencia de estar haciéndolo de forma explícita. El elemento de extrañamiento principal, que ofrece Sciamma al espectador, la distancia necesaria para entender la intención del artista e involucrarlo en su reflexión, es el tiempo; Céline se aleja del yo y del ahora y se ubica en el siglo XVIII para contarnos una historia de mujeres que no decidían su destino, que dependía de la voluntad de unos padres, una práctica que sigue vigente, incluso en el 'corazón' del mundo civilizado.
Antes del nacimiento de la fotografía, la única forma de ofertar una mujer a un hombre pudiente era confiar la reproducción de su rostro a un pintor que fuera capaz no sólo de captar sus facciones, sino de apresar su voluntad y, si es posible, parte de su formación y sus sentimientos. Héloise, nacida en el seno de una familia burguesa, una clase en ascenso, o de la pequeña de nobleza (no se explicita), como muchas chicas casaderas de su clase, fue recluida en un convento, una institución religiosa que preservaba con garantías su pureza, un hecho recogido por la literatura europea occidental, en muchos casos una denuncia realizada por mujeres, entre ellas la prolífica Jane Austen. Llegado el momento crucial, aquel en el que se decide el resto de su vida, alguna de estas jóvenes preferían entregar su cuerpo a ese mar que las atraía, un drama que no esquiva la cineasta gala, que advierte que su discurso no está impregnado de sentimientos poéticos románticos, sino de sensaciones que emanan de la piel de las mujeres y derivan en fuertes sensaciones que se traducen en sentimientos profundos, a pesar del muro de frialdad tras el que ellas se protegen, y para las que la prenda que cubre su cuerpo la noche definitiva se transforma en una imagen de pesadilla.
Para poder disfrutar de la creación de Sciamma hay que empezar por entender que las cosas no siempre fueron como las vemos, sino que todas las instituciones, incluida la forma que una pareja adopta para su convivencia, sufren las transformaciones que imponen los cambios sociales; no evita una secuencia escabrosa en la que una joven sirvienta, madre de dos niños pequeños, cómplice de la pareja, se somete a una manipulación de su cuerpo por parte de otra mujer mayor, con la intención probable de interrumpir un embarazo en presencia de Marianne y Héloise, un hecho presentado como algo habitual en la época, sin alharacas ni complacencia de la mirada de la cámara, ante los atentos ojos de sus hijos menores; una situación que denuncia Mike Leigh en 'El secreto de Vera Drake' (2004), con mucha mayor agresividad en una película cargada de connotaciones sociales
Para poder disfrutar de la creación de Sciamma hay que empezar por entender que las cosas no siempre fueron como las vemos, sino que todas las instituciones, incluida la forma que una pareja adopta para su convivencia, sufren las transformaciones que imponen los cambios sociales; no evita una secuencia escabrosa en la que una joven sirvienta, madre de dos niños pequeños, cómplice de la pareja, se somete a una manipulación de su cuerpo por parte de otra mujer mayor, con la intención probable de interrumpir un embarazo en presencia de Marianne y Héloise, un hecho presentado como algo habitual en la época, sin alharacas ni complacencia de la mirada de la cámara, ante los atentos ojos de sus hijos menores; una situación que denuncia Mike Leigh en 'El secreto de Vera Drake' (2004), con mucha mayor agresividad en una película cargada de connotaciones sociales
La realizadora estructura su historia de forma circular, con un gran flashback que enmarca el romance de Marianne y Héloise, que protagoniza un plano muy largo en el que la joven casada pasa de la mirada triste a una explosión contenida del llanto muy explícita. En las secuencias inicial y final, jalonadas en su un cuerpo argumental por breves secuencias insertas del cuerpo de las dos mujeres en diferentes representaciones de relación carnal y sentimental, Marianne se somete a la mirada caleidoscopica de un grupo de alumnas (todas chicas, aspirantes al oficio de la profesora), que concluye con el 'retrato' de una de las dos mujeres en llamas, la de la pintora, una reproducción compleja, como no podía ser de otra manera, y arriesgada, que había triunfado allí donde un hombre había fracasado con anterioridad, un terreno en el que se impone 'ella' que, como Oscar Wilde había hecho con su personaje Gray, había conseguido robar el alma de la retratada.
El film, una película europea producida por compañías de tamaño medio y distribuida por Karma, (que nos ha proporcionado grandes placeres con películas como Loving Vincent (2017), La danza de la realidad de Jodorowsky o Border de Ali Abbasi (2018), por poner algunos ejemplos) se encuentra en un cruce de caminos entre el cine de los márgenes, muy intelectual y contemplativo, el cine de autor, -luz empobrecida en los interiores, imagen menos brillante que Tomboy (2011) o Girlhood (2015), composiciones muy pictóricas en los exteriores o en el lugar de encuentro de las mujeres-, y, como es habitual en Céline, inmersión en el discurso LGTB, en el lenguaje predominante de la actualidad: el cine.
Muy bella e interesante, muy apta para momentos en los que el espectador debe detenerse y reflexionar sobre lo que, en verdad, le preocupa y contribuye a su desarrollo personal. Una buena contribución del cine al desarrollo del pensamiento del hombre actual de cualquier latitud. Una oportunidad de ver cine diferente, que se agradece, especialmente por aquellos que aman este modo de representación con independencia de la modalidad en que militen los cineastas y de los recursos tecnológicos de que se sirvan.
El film, una película europea producida por compañías de tamaño medio y distribuida por Karma, (que nos ha proporcionado grandes placeres con películas como Loving Vincent (2017), La danza de la realidad de Jodorowsky o Border de Ali Abbasi (2018), por poner algunos ejemplos) se encuentra en un cruce de caminos entre el cine de los márgenes, muy intelectual y contemplativo, el cine de autor, -luz empobrecida en los interiores, imagen menos brillante que Tomboy (2011) o Girlhood (2015), composiciones muy pictóricas en los exteriores o en el lugar de encuentro de las mujeres-, y, como es habitual en Céline, inmersión en el discurso LGTB, en el lenguaje predominante de la actualidad: el cine.
Muy bella e interesante, muy apta para momentos en los que el espectador debe detenerse y reflexionar sobre lo que, en verdad, le preocupa y contribuye a su desarrollo personal. Una buena contribución del cine al desarrollo del pensamiento del hombre actual de cualquier latitud. Una oportunidad de ver cine diferente, que se agradece, especialmente por aquellos que aman este modo de representación con independencia de la modalidad en que militen los cineastas y de los recursos tecnológicos de que se sirvan.
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